Esta historia que a continuación
vas a leer literalmente cambió mi vida años atrás.
Me impulsó a renunciar a un trabajo del cual no estaba satisfecho
y viajé a Canadá por 6 meses, aún si saber que me
esperaba en México a mi regreso.
¿Qué me impulsó
a arriesgarme tanto y dejar mi confort -ganaba buen dinero-?
Lee esta historia. No es
la más corta de mi web, pero fue un parte aguas en mi vida. Quizás
pueda hacer lo mismo por la tuya.
Un niño nace en una colonia sencilla y modesta de alguna ciudad; ese niño no sabe valerse por sí mismo, no sabe caminar, no sabe comer, no sabe ni siquiera hablar. Todo lo tiene que aprender, y lo más extraño es que lo hace a través de la imitación.
Sí, muchos padres creen que ellos enseñaron
a hablar a sus hijos, pero la verdad es que los hijos aprendieron a imitarlos
a ellos. Cómo hablan, cómo se conducen, cómo piensan,
etcétera.
Pues los padres de esa criatura, a quien vamos a llamar
Juan Pérez, van a convertirse en el modelo de Juanito, que va a
aprender a hablar, a conducirse, a pensar y planear como ellos.
Y si ese niño tiene un padre y una madre mediocres,
lo más probable es que ese niño sea una persona mediocre
cuando sea mayor. Algún día pertenecerá a la misma
religión y lo más probable es que también al mismo
grupo político.
Ahora, todos tenemos una capacidad extraordinaria para
crear, pero nos dedicamos a imitar a los demás, por lo tanto terminamos
igual que los demás.
Cuando el ser humano desarrolla más su habilidad
y su capacidad para aprender es de cero a seis años de edad. Pasa
el tiempo y Juan llega a los seis años y ha aprendido ya lo que
necesitaba para tener pleno contacto con la vida y su entorno.
Llega un momento en que este niño sale del seno
familiar para ingresar a la escuela y ahora no imita a sus padres, empieza a imitar a sus compañeros y a lo mejor
por el barrio en el que vive, por las circunstancias y el medio donde
se desarrolla, Juan se va a juntar con niños que probablemente
tienen un padre más mediocre que el suyo.
Si sus compañeros se rompen los pantalones porque
dicen que es la moda, Juan también se los rompe; si caminan de cierta manera, si arrastran los pies al
caminar, él lo hace de igual manera, porque para un niño
lo más importante es formar parte de su grupo, ser aceptado, ser
miembro de su pequeña organización.
Pues bien, Juan llega a sus estudios de secundaria o preparatoria:
para cuando alcanza esos niveles, lo decisivo es su deseo vehemente de
ser aceptado por sus compañeros y gustarle a las niñas.
Esto tiene mayor prioridad inclusive que lo dicho por
sus padres. Qué ironía, ¿verdad?
Cuando Juan tiene alrededor de 15 años se da cuenta
de que sus amigos se brincan una barda para esconderse y fumar, y los
imita, porque a esa edad cobra más fuerza la imitación.
Bien, llega un día que este joven sale de la preparatoria;
ahora se encuentra más solo que nunca, nadie lo comprende y atraviesa
por estados de ánimo cambiantes: se pasa el día en la esquina
sin hacer nada.
Y como sucede siempre,
Si en la vida no tenemos un plan, alguien nos va a hacer
parte de su plan.
Si en la vida no te decides, otra persona se va a decidir
por ti, como sucede con Juan Pérez cuando tiene aproximadamente
17 años.
Una vez estando en la esquina de su casa haciendo nada,
pasa un joven amigo y le dice:
-¿Qué haces?¿No estás en la
escuela?
-No –contesta malhumorado. Entonces su amigo le pregunta-
-No –contesta malhumorado. Entonces su amigo le pregunta-
-¿Por qué no vienes a trabajar donde nosotros
trabajamos?
-Mira, nos dan el salario mínimo, todas las prestaciones,
en fin, yo conozco al supervisor y es muy probable que te dé empleo.
Para que te vistas bien, para que invites a tu novia a salir, para que
tengas dinero para tus gastos… Y puede ser temporal mientras consigues
un mejor empleo.
-Está bien- le dice nuestro amigo.
Al aceptar, Juan Pérez acaba de programar su destino.
Lo malo es que ni cuenta se da; le llevó menos
tiempo decidir su destino que esa misma mañana elegir ropa.
Al entrar a trabajar a la fábrica, cruza por dónde
está estacionado un automóvil lujoso del año que
decía “director general”.
Se queda impresionado y en su mente el futuro pasa como
un “flashazo”, porque el protagonista de nuestra historia
tiene un deseo ardiente de triunfo.
Y piensa que algún día podrá tener
un automóvil como ese.
Al entrar a la fábrica se sorprende por el lugar,
que es grande y espectacular, por las luces, el sonido, las máquinas,
la gente… Y piensa que algún día podrá llegar
a ser supervisor, gerente, y, ¿por qué no?, hasta el director
general.
Al siguiente día se presenta Juan a trabajar. Llega
más temprano que los demás y bien arreglado; trabaja más
que los demás y en tres días aprende lo que a otros les
llevó 30. Total que la primera semana es muy productiva.
Pero no transcurre mucho tiempo antes que los demás
le pudieran observar para comenzar a lanzarle comentarios irónicos.
Sí, a hacerle burla:
-Miren, ya está trabajando Juan Pérez, lo
van a hacer supervisor…
-No, hombre, lo van a hacer gerente- dice otro.
-No, ¡lo van a hacer accionista de la empresa!
Soltaron todos la carcajada y de apodo le dijeron “El
accionista”.
Nuestro amigo se siente totalmente rechazado en su medio,
al cual está acostumbrado desde los seis años, por lo tanto
decide hacer las cosas como los demás le dicen: Viene el cabecilla
del grupo y le dice: -Mira, Juancho, te vamos a aclarar cómo se hacen
las cosas aquí. Primero, nadie llega más temprano a trabajar,
al contrario, llegamos un poco más tarde, pero mandamos a una persona
a checar las tarjetas para que todos lleguemos a tiempo.
Además, no te preocupes en producir tanto, hombre.
Una hora antes de salir nada más haz como que estás trabajando…
¿Tú crees que a la empresa le interesa mucho lo que estamos
haciendo? ¿La productividad que tenemos? ¡Lo único
que quieren es explotarnos!
-Está bien- contesta Juan, bajando la cabeza.
Lo que no sabe es que está frenando su potencial
humano de por vida, evitando toda posibilidad de lograr un día
su independencia financiera ¿Y cual realmente es la trascendencia
de ser o no ser víctima del medio?
Veamos que sucede con Juan. Empieza a trabajar en esta
fábrica y se convierte en víctima del medio al decidir comportarse
exactamente igual que sus amigos. Recuerda que al ingresar a trabajar
allí “temporalmente” tenía 17 años.
Pero pasa el tiempo y nuestro amigo ya no tiene 17, sino
27 años y sigue trabajando allí “temporalmente”.
A los 27 se casa, y no precisamente porque ya encontró
a la persona con quien quiere compartir su vida, formar una familia y
programar el resto de sus días. No, se casa porque su familia le
repite que lo haga porque se está quedando solterón.
Lo mismo le dicen sus amigos, así que un día
piensa: “Bueno, ya me voy a casar”.
Encuentra una mujer que no es la más adecuada,
pero se une a ella porque las circunstancias lo obligaron, es decir, su
medio.
Para transportar a su esposa necesita un automóvil
que se adapte a sus necesidades futuras de familia, pero se compra uno
de acuerdo con sus ingresos, no con sus deseos.
No hace ningún esfuerzo extraordinario. Compra
un automóvil igual al de sus compañeros, un Volkswagen idéntico
al de los demás; su estado es tal, que cada mañana es toda
una odisea hacerlo arrancar.
¿Por qué? Porque Juan es una víctima
del medio.
También necesita una casa para su familia: muy
sencillo, se compra una igualita a la de sus compañeros, es más,
las hacen en serie.
Pasan los años y ahora nuestro compañero
ya no tiene 27 años, tiene 37 años, dos
hijos y sigue trabajando en la fábrica “temporalmente”.
Por las tardes Juan sale de su trabajo, se sube a su pequeño
automóvil, llega a su pequeña casa, le da un beso a su esposa
y le dice: “Estoy cansado”. (Porque de igual forma decía
su padre.)
Después procede a abrir el refrigerador, toma una
cerveza y se sienta a ver la televisión toda la tarde.
Son muchas las personas que pasan todas las tardes viendo
televisión; el trabajador promedio invierte mínimo de dos
a tres horas diarias en este pasatiempo,
Y así, mientras está sentado mirándola,
callada y pacientemente escapa de sus manos su único patrimonio:
El tiempo.
Antes de que nuestro amigo lo advierta, ya no tiene 37
años; recientemente cumplió los 47 y todos
los días hace lo mismo:
sale de su trabajo, se sube a su automóvil, llega
a su casa, besa a su esposa, le dice estoy cansado, se dirige al refrigerador
a abrir una cerveza y se sienta a ver la televisión toda la tarde.
Lo curioso es que no hace nada para admirarla como un
descubrimiento de nuestra era, no, sino como una forma de escapar de este
mundo, de su trabajo, de su vida, a la cual ha llegado a considerar poco
interesante y hasta aburrida.
Y le fascinan las películas de ciencia ficción
porque puede vivir el personaje del héroe y dejar a un lado la
realidad.
Juan Pérez ahora ya tiene 57 años.
¡Despierta!
Estamos viviendo la era mental, la era de la actualidad,
en la que toda persona que quiera superarse lo va a lograr.
En la que podrías llegar a convertirte en el director
de esa empresa, así como lo soñaste un día, si solamente
te entregas en cuerpo y alma y con toda pasión, si te superas,
si te preparas…
Pero la mayoría está esperando que la empresa
le ofrezca un aumento para entonces tener una mejor actitud; y la empresa
está esperando que su gente tenga una mejor actitud para luego
aumentarle el salario.
Mi querido amigo, el querer que primero la vida cambie
es como acercarnos a nuestro automóvil por la mañana y pensar
que va a funcionar sin gasolina o caminar con sólo desearlo.
¿Verdad que no funciona?
Tampoco la vida funciona sí. Por eso es que muchísimas
personas, miles y millones siguen viviendo en la oscuridad, en la mediocridad,
en la intranquilidad; una existencia que no están disfrutando:
esperando solamente que llegue la muerte.
En el 95% de los países del mundo, la gente está
muriendo más joven cada vez. ¿Sabías que hace un
par de décadas la gente vivía hasta los 100 años
y ahora muy difícilmente alcanza los 60 o 65 años?
De pronto a Juan se le vienen los años encima:
en este momento tiene 62 años y aquí, precisamente,
es donde se le termina su tiempo.
¿Sabes lo que es la vida? La vida es únicamente
TIEMPO.
Y a nuestro amigo se le acaba de agotar el suyo. Toman
su cuerpo, lo ponen en un estuche y lo sepultan tres metros bajo tierra.
Pero antes de fallecer, experimenta ese dolor horrendo
que todos, antes de morir, sienten: el dolor del arrepentimiento. Y se
pregunta: “¡Dios mío! ¿Qué he hecho con
toda una vida? Si solamente volviera a vivir, haría esto, haría
aquello, evitaría lo otro”.
Se ha comprobado científicamente que después
de que el ser humano fallece, unos instantes luego que se detiene el corazón,
llega al cerebro un flujo adicional de sangre, el suficiente para que
recorra lo que ha sido toda su vida.
Es cuando experimenta el dolor más terrible que
puede soportar el hombre: el dolor del arrepentimiento.
Mi querido amigo, que no te suceda esto, tienes vida,
tienes tiempo; no importa tu edad. Dime, ¿Qué vas a hacer con el tiempo que te queda
de vida?
Juan Pérez se sintió muy mal, pues tuvo
mil deseos que nunca pudo satisfacer y sueños que no logró.
Jamás experimentó algo muy bello llamado
autorrealización: hacer lo que te gusta. Nunca
se dio la oportunidad a sí mismo, por eso sufrió el dolor
del arrepentimiento.
Quiero informarte que hay dos dolores qué pagar
en la vida: el dolor del arrepentimiento o bien el dolor de la
disciplina.
Yo te aconsejo que pagues este último, porque la
disciplina empieza como un dolor, pero cuando ya se transforma en un hábito,
lo empieza a disfrutar el cuerpo.
¿Soy víctima del medio? Debes hacerte esta
pregunta y aceptar la respuesta; un problema comprendido y aceptado está
resuelto a la mitad.
¿Quiero que mis hijos sean víctimas del
medio? ¿No? Entonces proporciónales uno mejor, pero no olvides
que antes que ellos cambien debes cambiar tú.
Eres lo que eres y estás en donde estás
por lo que estás por lo que has puesto en tu mente. Puedes cambiar
lo que eres y puedes cambiar en donde estás, cambiando lo que pongas
en tu mente. ¿De acuerdo?
Por último, ¿qué puedo hacer, si
es que soy víctima del medio para cambiar?
No importa si eres carpintero, panadero, doctor, profesor,
estudiante o ama de casa… no interesa.
¿Estás incrementando tus talentos? ¿Y
tus habilidades?
El tiempo solo no nos hace más inteligentes o sabios
si a diario no incrementamos información en nuestra computadora
mental.
¿Qué estás aprendiendo para incrementar
tus habilidades y talentos?
Quiero que cada mañana te preguntes: ¿cómo
puedo ser mejor este día? ¿Qué puedo hacer para valer
más? (No te olvides de que el que más sabe es quien más
vale.)
Aprende a ser mejor en lo que haces, disfrútalo
y automáticamente irás adquiriendo un valor agregado. De
esa forma dejarás de ser víctima del medio.
Alex Dey
tomado de: http://www.tubreveespacio.com/jun03pen05.htm
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